Varias veces hemos pensado en el uso que le damos a nuestro suelo; puede ser para fines agrícolas, urbanos, industriales, para jardines, de conservación o de carácter recreativo, es decir, a las actividades que realizan las personas para modificar o mantener el uso que debe preservar un equilibrio sustentable. De acuerdo al uso que le demos a la tierra, se puede cambiar el uso del suelo de manera que el impacto sea menor. Un ejemplo de lo grave es lo que ocurre con la tala de bosques primarios para dedicar el terreno a pastizales.
En el caso de las tierras altas de montaña en esta provincia, en el pasado, áreas fueron dedicadas a conservar los páramos, los lugares de recarga hídrica, que mantienen amplios pajonales y extensos bosques primarios. Sin embargo, por la irracional actividad humana, se destruyen los páramos y se talan extensas masas boscosas para sembrar pasto para el ganado, cambiando para siempre el uso del suelo y afectando la degradación ambiental. Sin importar que los árboles nos brindan oxígeno, esto afecta la capacidad de adsorción de CO2 en la atmósfera. A ninguna autoridad le interesa este cambio en el uso del suelo.
A pesar de todo esto, Ecuador ha logrado mantener un sistema nacional de áreas protegidas que suman más del 20 % del territorio terrestre y más del 12 % del territorio marino. Los parques nacionales son áreas de gran extensión donde se conserva la diversidad biológica. En estos parques nacionales, a pesar de su alta categoría, todavía se permite el pastoreo ilegal de ganado, la tala de árboles y el abandono de la vigilancia y el cuidado. Solo para citar un ejemplo, aquí tenemos al Parque Nacional Cajas (PNC), protegido para la investigación, por su valor escénico, para la educación y la recreación, protegido por su fauna y su flora, que está abandonado, por lo que merece una auditoría ambiental para que se visibilicen todas las barbaridades que se cometen diariamente. (O)